Muchos dicen que el amor a la distancia no existe, pero nadie explica qué tipo de amor y qué historias se escriben en torno a ello. Por eso Marcos Campos, un joven oriundo de Brasil, nos demostró que hay otro tipo de amor y pasión que resiste cualquier cosa: el amor por Huracán, el cual traspasa fronteras, se expresa en múltiples idiomas y se hace presente en diferentes países del mundo. Ese sentimiento fuerte nació en el 2009 cuando encontró en las redes, vídeos de aquel magnífico equipo de Ángel Cappa y su corazón se flechó por el juego, por la historia, por el barrio y de la familia quemera, encontrando dos ídolos para el resto de su vida: el Loco Houseman y Wanchope Ábila.
Al muchacho no le importó tener que viajar miles de kilómetros en dos días para visitar por primera vez a su amado Globo en el Ducó, por lo que decidió comprar los pasajes y armar sus valijas, sin importarle que su familia le dijo que era una locura porque nunca había venido a Buenos Aires, pero él sólo tenía en mente cumplir su sueño tan esperado.
Luego de tanto recorrer, en la tarde noche del lunes 25 de marzo, Marcos se puso la casaca quemera y partió rumbo al Palacio, lleno de nervios y sentimientos mezclados, ya que iba a ver cara a cara a su amor de años, poder alentarlo en vivo y expresar lo que siente por el club. Pese a que el Globo no le pudo regalar un triunfo, el joven se fue feliz, no sólo por haber pisado el Ducó y haber quedado encantado con el pueblo quemero, sino también porque pudo conocer a Israel Damonte, a quien describe como “un genio, humilde e increíble persona”. Antes de irse, pasó en la semana por La Quemita mientras el plantel entrenaba, en donde se sacó fotos y el resto de los jugadores le estamparon su autógrafo en la remera. Tras ello, el joven regresó con una gran sonrisa a su pueblo natal, aunque confiesa que le gustaría vivir en Argentina para estar cerca de Huracán.
Esta es una de las tantas historias que hay en torno al club de Parque Patricios, la historia de un hincha más, la de un enamorado más.